jueves, 1 de octubre de 2015

Por mis pecados

Mientras escucha el sonido del ventilador en los pieceros de la cama sentía que tus manos me agarraban, sentía tu calor por dentro de mis manos, mis pies, en los pasillos, en el mismo aire, impregnado de tu hedor, tu infinita pasión por lo raro, emocionante, oscuro, lo olvidado.

Caminé por el frió suelo, sudando a cantaros siguiendo el aroma de las pesadillas de mi pasado, decidí volverme inmune a toda clase de palabras que por los oídos pudiesen entrar, me volví irresistible al peligro, a la muerte,  deje de soñar con la muerte como si estuviese aquí, ella no existía, deje de sentir amor por el mundo, el cual un tiempo se sentía demasiado bien en mi cráneo, mi espina, mi pecho, mis costillas. 

Se sentía como el exterminio de la mentira en búsqueda de la verdad, se extinguían como el fuego apagado por la justicia, por los galones de emociones que salían a chorro de la manguera del cerebro. 

¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin ti, sin tu amor, sin tu pereza!
¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin tu acento, sin tu ira!
¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin tu cabello, sin tu avaricia!
¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin tu sonrisa, sin tu gula!
¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin tus sueños, sin tu lujuria!
¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin tus manos, sin tu soberbia!
¡Me dije a mi mismo que podría vivir sin tu fascinación, sin tu envidia!

Me mentí. 

No puedo vivir sin el pecado de tu propio ser en mi corazón.

No puedo vivir sin una espada de démocles encima de mía cabeza sin saber en que momento caerá, por que es el terror y la adrenalina de tus palabras lo que apresura mi ritmo cardíaco, lo que me tienta a vivir aun mas tiempo, lo que me llama a la resurrección de mi propio cuerpo, lo que hace que mi alma brille y haga estruendos de alegría. 

Eres tu quien mata mis días y las conviertes en noches aterradoras, tal y como el lobo quien acecha, ¡así te acecho yo!, por que quiero que llegue el día en donde sea yo quien te acorrale detrás de la puerta y te maté con mis eternos besos llenos de emoción y calor. 

Eres tu quien bebe mi vino y arroja las perlas a los cerdos, quien se emborracha de mi basto conocimiento y cariño, eres tu quien golpea mi cabeza contra la pared para hacerme recordar cuanto puede llegar este corazón roto a amar a un marginado de la vida.

Quiero ser yo quien destruya lo obscuro de tu alma, quiero ser yo quien acabe con el mal de tu corazón, quiero ser yo tu "JESUCRISTO" quien te absuelva de todos tus pecados, quiero ser el que muera por tu amor, por tu sutileza, y por tu dolor.

Y si muero por mis propios pecados al amarte, que así sea, ese ha sido el precio que he estado dispuesto a pagar.

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