miércoles, 30 de septiembre de 2015

Tranquilidad

Recurrí a el viento cuando me encontré con su mirada, miré a lo lejos mientras no la veía. Desenterré recuerdos, esa mirada parecida a muchas de mi pasado, difícil de complacer. 

Compuse canciones y escribí borradores prematuramente mientras me comía las uñas, desencadenando un intenso dolor en mis manos, que subía por mis brazos, y llegaba hasta mis hombres, se detenía a pensar donde seguir, por que la sensación de no saber que camino elegir era lo errado. Un pensamiento errado.
Al no tener sentido mis escritos, la veía a ella, que componía poemas en su mente, y anima a los muertos. Cabalgue hasta encontrar las minas de plata, donde el brillo de su mirada se concentraba aun mas.

Ella era como la muerte, como el deseo temprano de acabar con la vida de los pobres. Ella era muerte, por fuera, pero sabias que ella estaba en lo correcto, era dulce y suave, era tranquilidad.

Entonces, escuche la melodía de una canción que no salia de mi mente, pegada a cada una de mis arterias como goma de mascar, como el miedo, y el hielo seco, llegue a pensar que ella era la súbita soledad.
Mientras con madera y martillos, marcaba y martillaba, creaba objetos de completa y tranquila realidad imperial. Con acabados de oro, y ajustes de simetría, tomaba cada uno de los "cajones" donde dormirían las tristes almas de invierno, que cayeron al río del deseo de ser otros, de ser como nosotros, seres extremadamente independientes, de alto rango, simples mortales buscando la vida eterna.

Mientras los ponía al sol y la sellaba con sus lagrimas, ella "La Muerte", cantaba esa melodía como una ave, que calentaba los peores cubos de hielo, cantaba, y cantaba. Creaba los mas hermosos ataúdes, llenos de amor, pero que pena que nunca los podría ver de nuevo. Una vez terminado, serian enterrados en la fría arena, y los parásitos comerían de ellos. Su cara de decepcion era hermosa, cuando te miraba, te afilaba, te mataba, te seducía, y te volvía a matar. Calma entre los vientos cuando el mundo chocaba entre sus labios, calma entre el silencio cuando susurraba sus palabras de aliento mientras con su navaja hecha de rubíes cortaba tu garganta con amor y locura. Luego solo te miraba con recelo, con carisma y al mismo tiempo con sinceridad. Quemaba tu alma, por que no la merecías.

Tomaba los licores del amanecer para poseerte, te tenia en sus manos, te teñía de colores pardos para luego cocinarte, te arrancaba los ojos y te volvía paranoico. Te tentaba a besarle, te mantenía vivo para que pudieras observar su bella figura, te licuaba y te sermoneaba con palabras de tu propia boca, te robaba cada una de tus pertenencias, no te dejaba nada con que te pudieses llenar espiritualmente, asi es ella.

Así es ella, repito, así, cálida y linda, fría y dura, vida y muerte.

La vi haciendo los mas hermoso ataúdes, uno para ella, rojo como la sangre, uno para mi, blanco como la sal, y uno para ti, del color de tus deseos.

Mientras que algunos pasaban por su camino, la miraban con horror, así era ella, ella era una bendición para unos, para otros una maldición. Te preparaba, te tendía, te secaba, luego esperaba a que murieses, por que ella misma te enterraría.

Y luego, un día lo entendí, no había nadie mas haciendo ataúdes, solo era ella.

A la final alguien tenia que hacerlos, y solo la perfección podría construirlos, ella era la perfección.

Morí junto a su puerta, mientras ella me cantaba una canción de cuna, mientras sus dedos se deslizaban por rostro, mientras la sangre y el velo de la vida desaparecía de mi cara.

Ese día llovió, y el diluvio no la detuvo, mientras cada gramo de tierra caía encima de la madera sudada, y hasta que la luz desapareció de mi perspectiva. 

Ella terminó su ultimo ataúd, cuando hasta el mismo dios murió.

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